“Prójimo lejano”.
Soy hombre: duro poco / y es
enorme la noche.
Pero miro hacia arriba: /
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo: /
también soy escritura
y en ese mismo instante /
alguien me deletrea.
Octavio Paz, Hermandad
Los poetas no tienen
biografía. Su obra es su biografía.
Octavio Paz, El desconocido de sí mismo.
“Y
|
o no nací en Mixcoac pero allá viví durante toda mi
niñez y buena parte de mi juventud.”[1]
Comienza contándonos Octavio Paz en un ensayo sobre su infancia en ese pueblo.
Nacido en 1914, hijo de Octavio Paz Solórzano, un joven abogado revolucionario
que defendía las propiedades de los zapatistas y nieto de Ireneo Paz, novelista
e historiador liberal; periodista, político e intelectual de su siglo y
diputado del régimen porfirista; por lo que podemos imaginar al pequeño Octavio
escuchando sus primeras disputas ideológicas en el núcleo de su familia. Como
ya dije líneas arriba, era también hijo de una mujer española de la cual él
admiraba su silencio, “más contundente que un tedioso alegato.”[2]
Este doble conflicto (el nacionalista y el generacional) serán temas esenciales
de sus obras.
Los
primeros años de su vida serán trascendentales en su obra, y en esta en
particular. Cuando niño, y durante la revolución, vivió en casa de su abuelo,
pues su padre se fue a la revolución. En Claridad
errante, nos cuenta sobre sus lecturas que hallaba en esa casa de Mixcoac,
que para ese entonces ya no tenía tantos libros como en otros tiempos, pues
como su abuelo cayó en desgracia tras haber sido expropiada su imprenta por el generalote
Pablo González justo el mismo año en que nació Octavio, Don Ireneo tuvo que
vender parte de su biblioteca para sobrevivir. Escuchemos al nieto hablar sobre
esa los textos de su abuelo:
En la biblioteca de mi
abuelo hojeaba embelesado muchos libros de historia antigua de México, casi
todos abundantemente ilustrados[3]
Al igual
que en su Itinerario nos cuenta sobre
los otros libros con los que se encontró en ese refugio de su soledad:
En la biblioteca de mi
abuelo, por lo demás, abundaban los libros con argumentos contrarios a su
moderado antihispanismo y al más acusado de mi padre. […] el antiespañolismo de
mis familiares era de orden histórico y político, no literario.
En Las Trampas de la Fe hace referencia a
un ejemplar del Teatro de los dioses de
la gentilidad que perteneció a Vicente Riva Palacio, que regaló a don
Ireneo y que ahora era de su propiedad.[4] De
nuevo la supuesta contradicción entre lo español y lo mexicano está presente,
ahora en sus lecturas. La biblioteca del abuelo fue entonces el primer
acercamiento a lo que sería su pasión, aquello que Don Ireneo le habrá heredado:
la literatura. Aunque declarara que “le debó a él [Ireneo Paz, su abuelo] y a
su biblioteca esas lecturas que me formaron.”[5]
Por todo
esto podemos asumir que el pequeño Octavio no vivió los conflictos de la
revolución, a excepción de la ausencia de su padre, y la muerte de su abuelo en
1924, cuando él tenía apenas 10 años. Brading afirma que Octavio Paz les debe
aún más a su padre y a su abuelo por la formación ideológica, al hacerlo un romántico revolucionario[6].
No estoy del todo de acuerdo con él. Creo que por un lado Paz no era del todo
revolucionario, pues bien puede considerársele uno de los primeros críticos de la
revolución antecesora del PRI, y más bien, también comparte con su abuelo (e
incluso con su padre) el desencanto por la revolución. Por otro lado, aunque en
su juventud y aún en su edad mayor se sirviera del sistema revolucionario; a él
mismo se le podría considerar el iniciador de la historiografía que cuestionara
a la revolución y construyera el neoporfirismo[7].
Durante su
primera estancia en Estados Unidos sus padres decidieron inscribirlo en el kindergarden en Los Ángeles, es ya muy
conocida su anécdota del primer día de clases entre muchos niños que lo
consideraron como a un otro,[8]
y cómo aprendió la palabra spoon.
Al volver a
México, lo inscriben en el Liceo francés, lasallista, conocido como el Zacatito.
Y terminó sus primeros estudios en el Instituto Williams. Nos cuenta que:
En el colegio Williams me
inicié (sin saberlo) en el método inductivo, aprendí inglés y un poco de boxeo.
También el arte de trepar por los árboles y el arte de quedarse solo, en una
horqueta, escuchando a los pájaros.
Al terminar
sus estudios básicos ingresa en el Colegio de San Ildefonso, en donde aprendió
de la generación que defiende en algunos de sus textos, conocidos como los Contemporáneos[9],
por la revista en que publicaban, pues algunos de sus miembros fueron
profesores de dicho colegio, como Jorge Cuesta y Xavier Villaurrutia, quienes
serían los primeros en publicar las obras de sor Juana, como él mismo lo
menciona en su biografía de la misma, y que eran duramente criticados por ser
extranjerizantes en medio del nacionalismo revolucionario. Por cierto que entre
las biografías intelectuales que hizo Paz existe una sobre Villaurrutia[10].No
cabe duda que la generación de éste lo marcó. Cabe señalar que fue en
estos años cuando conoció a través de las letras a otra generación intelectual
que lo –y nos– reconcilió con España: La generación de exiliados que llegaron
durante el cardenismo. Entre ellos había dos intelectuales que influyeron y aún
influyen en las generaciones actuales de historiadores mexicanos: José Gaos y
José ortega y Gasset. Los escritos de este último, entre ellos El tema de nuestro tiempo, al igual que
los textos de Samuel Ramos[11]
contribuyeron para la elaboración de El
Laberinto…[12]
Ingresó a estudiar en la Facultad de
Letras pero la dejó poco antes de finalizar sus estudios en 1936 para ir a dar clases el siguiente año en
una escuela para hijos de obreros en Mérida. Después es invitado a viajar a
España para formar parte de un Congreso de Escritores Antifascistas, al cual
era invitado nada menos que por el propio Neruda. En España se encontró con
otra ambigüedad: el encuentro con uno de sus orígenes y con vastos ejemplos de
los intelectuales al servicio de los ideales de algún partido, en este caso, el
comunista stalinista. Se sabe que durante este periodo escribió una serie de
poemas, uno de ellos titulado No pasarán,
a favor de la causa republicana[13].
Se alistó en el ejército republicano hasta que alguien le aconsejó que podría
ser más útil en las letras que en las armas, así que volvió a México.
Durante la visita de Bretón a Trotsky a
México en 1938 éstos
inician a escribir un “Manifiesto para el arte revolucionario” que repercutió
en la concepción que Paz tendría del arte a lo largo de su vida desde el punto
de vista del surrealismo y que se vería más claramente en su interpretación de Primero sueño de Sor Juana[14].
Hay que señalar que para estos años nuestro autor también se ve influido por el
existencialismo.
En 1939 se publican en México, a cargo de
Villaurrutia, los primeros textos de sor Juana en la revista Taller de la cual Paz era miembro, y
también se empiezan a escribir libros acerca de su vida. Ese mismo año se
intensifican las críticas al comunismo stalinista al tener noticia Paz del
pacto de no agresión entre Hitler y el mandatario soviético; además de las
purgas del Komintern y años más tarde, de los campos de concentración en la URSS. Aquí se hace evidente su ruptura con la
ideología marxista y su voz intelectual: el realismo social. Pero también con
la crítica Trotskista a la intervención de la URSS en la Segunda Guerra Mundial.[15]
No duraría mucho el descontento, y no por alguna reconciliación, sino por la
muerte de éste. El 20 de agosto de 1940 “Trotski caía con el cráneo destrozado
[…] allí donde residía su fuerza.[16]”
Dos años después se uniría con un grupo crítico del comunismo encabezado por
Víctor Serge y del cual dice: “Su crítica me abrió nuevas perspectivas pero su
ejemplo me mostró que no basta con cambiar de ideas: hay que cambiar de
actitudes. Hay que cambiar de raíz”[17].
En 1943 dejaría México para irse a vivir a EU. “Paz comenzaría su reeducación literaria,
intelectual y política”[18]
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, sería testigo de la formación de la ONU. En esos años y hasta 1968 trabajaría en el servicio diplomático,
perfecto pretexto para poner en práctica su nueva actitud.
Es absurdo condenar la participación de
Paz en la burocracia Priista, recordemos que en este tiempo es el oficio de los
intelectuales de la revolución. Por ejemplo, Vasconcelos, quien lo incluyera en
la política cultural, también formó parte del Estado; pero valdría la pena
cuestionar si los individuos que hoy ocupan esos cargos tienen siquiera un poco
del talento que caracterizó al propio Vasconcelos, Torres Bodet, Vicente
Lombardo Toledano o al propio Paz. Muchos años después, el propio Paz
describiría a esta generación de intelectuales al servicio de la Revolución:
“La realidad es que nuestros
intelectuales fueron herederos de una vieja clase teológica, enamorados de las
explicaciones globales en lugar de observar nuestras particularidades.”[19]
Durante toda la obra sobre sor Juana nos hace referencia a la
participación de los “intelectuales novohispanos” en su época, de lo cual
hablaré en su momento. Por ahora, basta con decir que en los 40’s,
cuando él trabajaba en esa burocracia, no había critica al respecto.
En esos años, 1947
para ser precisos, le es encomendada la
labor diplomática en la embajada de México en Francia, donde trabajaría hasta
ser nombrado embajador en la India. En estas fechas es bien sabido que Paz se
codeó con toda la élite cultural parisina, esta experiencia también abrió su espectro de interpretación.
Para 1950 escribe y envía desde Paris un artículo en la revista Sur sobre los motivos por los cuales
dejó de escribir sor Juana Inés de la Cruz. También en ese año la incluye en el
Laberinto de la Soledad; en éste la
dibuja al lado de Sigüenza y Góngora como los héroes literarios de la Nueva
España. Influido por un texto de Edmundo O’Gorman,[20]
fundamenta el sentimiento de desgarramiento de sor Juana y al tiempo confirma
la contradicción elemental del mexicano y la expresión de su negación en el
silencio. Mismo silencio que él tenía con respecto a sus relaciones hacia la
hegemonía política priista.
Sería fútil hablar de la elaboración de este libro después de todo
lo que se ha dicho sobre él. Además no es el tema de este ensayo, por lo cual a
partir de la anterior explicación sobre cómo llegó Octavio Paz a esta primera
anagnórisis ideológica –la negación y crítica de su pasado marxista, por ser
una nueva escolástica–, la cual era importante para entender su constante
cambio de forma de pensar y como se forma la obra; nos dedicaremos casi
exclusivamente a hablar de la relación que hay entre su vida y la obra a
analizar.
Hay que decir que los años posteriores a Laberinto son de una vasta producción poética, aunque también lo
fueron, significativamente, del ensayo. Es la época de sus “auténticas primeras
letras”, como él mismo las llamaría.
En 1962 es nombrado embajador de México en la India, con lo cual se
encontraría de frente con el mundo oriental y alimentaría su visión intelectual
a través del conocimiento del tantrismo y otras corrientes del pensamiento.
Durante su estancia en Francia conocería la obra y en persona a
uno de los intelectuales que más influirían en su interpretación histórica:
Claude Levi-Strauss. Ya en la India escribiría una biografía sobre él en la que
hace una explicación del estructuralismo.[21]
Digámoslo con todas sus letras: es aquí donde conoce la tan
llevada visión del otro que lo caracteriza y por la cual sería tan
apreciado por los pocos académicos que lo leen. Es la misma con la que años más
tarde trataría de justificar su vida.
1968 es
un año de ruptura y Octavio Paz no sería la excepción. Tras enterarse de la
masacre de Tlatelolco, Paz renuncia a su cargo en la embajada de la India y regresa
a México para fundar la revista Plural.
Este quiebre político sería el motor que lo llevaría a hacer una crítica de los
gobiernos priistas, aunque siguiera recibiendo favores de la élite.
Escribe su Postdata en
la que hace una “Crítica a la pirámide”, en ella refiere cómo es que los
gobiernos no han cambiado en nada. Idea que años más tarde incluiría en Las Trampas de la Fe. En esta obra nos
dice: “Han cambiado la retórica y las ideas, no el movimiento general de la
historia.”[22]
Don Octavio siempre tan ambiguo nos deleita con otro de sus aforismos sobre la
historia, de los cuales tendré que hablar en futuras líneas. Mientras tanto
debemos hablar un poco sobre esa revista por la que tuvo tantos conflictos con
el poder hegemónico del PRI.
La revista Plural fue
fundada según el propio Paz nos dice:
[…] porque nosotros no somos
políticos, somos escritores que no creen que la escritura deba estar al
servicio de nada. Sin embargo, entendemos que quienes escriben tienen la
necesidad de decir lo que piensan sobre la realidad política. De allí que la
hayamos nombrado Plural: visión pluralista y particular, diversidad frente a
una visión homogénea de la sociedad.[23]
Sería la revista de otro grupo de
intelectuales, mismo que criticaba a los intelectuales burócratas, incluyendo a
los más ortodoxos marxistas:
Por otro lado y
refiriéndonos a su contraparte, si han existido intelectuales liberales
[aunque] en estas fechas han sido siempre una excepción. Liberales en el viejo
sentido, no en el moderno de Estados Unidos porque, creo, los liberales de este
país en realidad son social-demócratas. Hablo de intelectuales como Cosío
Villegas y otros que no mencionaré porque están cerca de mí –y yo soy uno de
ellos.[24]
A partir de ese momento deja su sitio de
confort, creado a partir del apoyo económico del gobierno en la escritura de
sus obras, aunque nunca dejó de recibir honorarios por parte de ambas élites,
la política y la económica. La crítica que funda en Plural, parte del estilo del periódico de la cual esta revista era suplemento
cultural. El emblemático Excélsior de
Julio Scherer fue el más claro ejemplo de lo que en el próximo número abordaremos: la relación entre
los periódicos y los gobiernos que los subsidiaban o subvencionaban.
[1]
Octavio Paz, Claridad errante, Poesía y
prosa. México, FCE.
1996. P. 61.
[2]
Octavio Paz, Itinerario, Óp. Cit., p. 24.
[3]
Paz, Claridad errante, Óp. Cit., p. 71
[4]
Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o
Las Trampas de la Fe, México, FCE, 1983 (tercera edición), p. 120.
[5]
Octavio Paz, “Silueta de Ireneo Paz”, en Paz, Ireneo, Algunas Campañas, t. II,
México, FCE, 1992, p. 418.
[6] A.
Brading.
[7]
Sobre Paz y el neoporfirismo, cf.
Bloch, Avital, H. “Vuelta y cómo surgió el neoconservadurismo en México” en Culturales, julio-diciembre, año/vol.
IV, número 008, Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali, México,
2008, pp. 74-100.
[8]
Paz, Itinerario, Óp. Cit. pp. 15-16.
[9]
Por ejemplo en Ibídem, p.20.
[10]
Octavio Paz, Xavier Villaurrutia en
persona y en obra, México, FCE, 1978. 85 pp.
[11]
Samuel Ramos, El perfil del hombre y la
cultura en México. México, 1934.
[12]
Paz, Itinerario, Óp. Cit. 27.
[13] Véase el apéndice 1 en Xavier
Rodríguez Ledesma, El pensamiento
político de Octavio Paz: Las trampas de la ideología, México, Plaza y
Valdés, 1993, 359 pp.
[14]
Para la relación de Paz con el surrealismo véase Greg Dawes, “Octavio Paz: el
camino hacia la desilusión” en Jaimes Héctor, coord., Octavio Paz: la dimensión estética del ensayo. México, Siglo XXI, 2004. 314 pp.
[15]
Paz, Itinerario, Óp. Cit., p. 70
[16] Ibídem, p.74
[17] Ibídem, p.75
[18]
Enrico Mario Santí, “Los pininos de un chamaco: los primeros escritos de
Octavio Paz” en Jaimes, Óp. Cit. p. 22
[19] Charla de
Austin, tomado del blog de Jesús Silva Herzog Márquez, p. 6/10 en archivo
digital. En adelante, citado como Charla.
[20]
Edmundo O´Gorman, Crisis y porvenir de la
ciencia histórica, México, UNAM, 1947.
[21]
Octavio Paz, Claude Levi-Strauss o el
nuevo festín de Esopo, México, Joaquín Mortiz, 1967.
[22]
Paz, Las Trampas de la Fe, Óp. Cit., p.
25.
[23] Charla, p.10/10
[24] Loc. Cit.
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