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martes, 24 de enero de 2012

Vaguedades infinitas. Editorial No.1 (enero 2012)

“Carmina sola carent fato mortemque repellunt;
carminibus vives semper, Homere, tuis.

[Sólo los cármenes no tienen hado, y rechazan la muerte;
por los cármenes tuyos vivirás siempre, Homero.]”

Séneca. La memoria vive en las letras.

Desde este momento invoco a las Nubes e imploro tu condescendencia, estimado lector, hacia este humilde divagador por tratar de seguir el abrupto camino de las ideas sin saber en qué lugar va a parar. Agradezco de antemano que perdones mis perogrulladas y te invito a que vaguemos, pues, por la lemniscata gnoseológica. Conocer es infinito en cualquiera de sus connotaciones:


1. Como saber percibimos la magnitud de los conocimientos, no sólo de manera teórica, sino práctica; de ahí que es imposible saberlo todo de un tema, por muy pequeño que parezca, mucho menos sabremos todo sobre cualquier cosa. Como decía Chejov: “Sólo los imbéciles y los charlatanes creen comprenderlo todo.” Al admitir nuestra ignorancia, encontramos de consuelo aquella frase: “todos somos ignorantes lo que pasa es que no todos ignoramos las mismas cosas.”

2. Todo saber es infinito en relación con otros conocimientos. Inclusive todo proceso de aprendizaje necesita que asimilemos el conocimiento que se nos presenta a partir de lo ya conocido.

3. Conocer “de vista” nos hace percibirnos liliputienses ante nuestro incontenible entorno. ¿Cuántas cosas (no) hemos aprendido de vista? ¿Cuántas ignoramos por no haberles prestado la suficiente atención, o por considerarlas menos importantes que otras?

4. En la acepción que se refiere a “tener experiencia” nos encontramos con un conflicto similar al anterior. Nuestras experiencias las hemos adquirido por una consecución (casi) aleatoria de sucesos que nos llevan por sinuosos caminos que son nuestra vida.

5. “Uno puede conocer el mundo a través de las lágrimas y no sólo a partir de conceptos o teorías abarcadoras”, dice Cioran a en la pluma de Fadanelli. Si bien es cierto que las experiencias dolorosas son de las cuales aprendemos más y mucho mejor, descreo que “las letras con sangre entran,” y mucho menos abogo por un estoicismo siútico sólo hay que recordar que cuando tenemos que enfrentar situaciones adversas nuestros sentidos se agudizan y facilitan el aprendizaje. En la historia sucede lo mismo: nuestros errores como especie humana no se repiten, lo que permanece es la ambición humana de controlar a otros… Durante la segunda mitad del siglo XX, desde el holocausto hasta el atentado a las torres gemelas, nuestras ideologías parecen sucumbir y darle paso al regreso de los sofistas. Pero también ahora se han agudizado las contradicciones y estamos ante una situación crítica: tenemos que aprender a decidir.

6. Ser distinguido: hacerse conocer. La idea de inmortalidad ha llevado al ser humano a crear la cultura. Octavio Paz afirmaba que al percatarse el hombre primitivo de su condición de mortal, comenzó a crear para ser reconocido, recordado, divinizado…

7. Reconocer. Del anterior punto pasamos al reconocimiento. Todas las aportaciones al conocimiento las hemos hecho en virtud del reconocimiento; sin éste, no sobrevivirían las ideas.

8. Distinguir. Nadie ama lo que no conoce, eso ya es bien conocido por todos, la idea de Dios, de Ciencia, de Revolución y actualmente la semiología, son el conglomerado de creencias que nos han permitido acercarnos a un principio que parecería ser “infinito”: el absoluto. Es por eso que en este blog sólo hablaremos del conocimiento por sí mismo, no con fines dogmáticos, sino ideológicos –en el estricto sentido de la palabra (ver ideología en el diccionario de la RAE) –.

9. Tener una idea cabal de uno mismo. Recordemos la transcripción del oráculo de Delfos “γνῶθι σεαυτόν”. Conócete a ti mismo, como parte del ritual de predicción, era necesario el autoconocimiento para llegar a una interpretación más ‘precisa’ del oráculo.

10. Tener trato. Por último, la conversación es el recurso más sencillo de conocimiento, por el cual llegamos incluso a aprender más que de la lectura. Además de que, hasta hace unos años, la escritura era concebida como un monólogo del autor que permitía al lector conocer. Ahora se entiende que todo acto de escritura también debe ser un diálogo. Permítanos, estimado lector, charlar y divagar a través del conocimiento.


En esta primera edición vagaremos en torno a uno de los escritores que han tratado de conciliar lo conciso y lo absoluto: Gabriel Zaid. Nacido el 24 de enero de 1934, (un día como hoy pero hace 88 años) en Monterrey, Nuevo León. Acompáñennos en este vagar por la obra de Gabriel Zaid. También abordaremos temas sobre lo infinito y algunas cosas más.

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